Han pasado seis años desde que le vi por última vez.
Me acuerdo perfectamente de aquella noche fría de invierno, en la estación de Atocha.

Desecha entre lagrimas me abrazaba a el, pero seguía con su semblante, distante y dolorido, era incapaz de decirme adiós.
Cuando subí al tren, seguía allí de pie, mirándome con ojos tristes y agarrando firmemente mi pañuelo.

Le dije adiós con la mano desde la ventana, el tren partió.

En los últimos instantes pude ver como ya no aguanto mas y se derrumbo en uno de los bancos, echándose las manos a la cara.

Después de haber estado en el extranjero, volvía a mi amada Madrid, deseosa de ver a mi familia y quizás a algún otro amigo que conservara mi recuerdo.

No me acordaba de el, tenia un leve atisbo de su imagen, un vago recuerdo de cómo me solía mirar, de sus noches amándome y de sus labios rozando mi pelo.

Nuestro encuentro fue casual.

Se me ocurrió visitar la cafetería a la que solía ir cuando era adolescente.

Me senté en la mesa del fondo.

Pedí un café.
Saque el catalogo que había conseguido en una agencia y me puse a mirar ofertas de pisos compartidos.
Sonaba una agradable música de fondo y hacia frío afuera, me sentí muy reconfortada.

De repente alguien se sentó en la silla que sobraba en mi mesa.
Levante la vista.
Allí estaba.
Los años no le habían cambiado, era igual.
Por un momento sentí que volvía a tener 20 años, que era una joven indecisa y soñadora, hablando sobre sus deseos de escapar al fin del mundo.

- Hola. -Susurre
- ¿Cuándo has vuelto?

- Hace poco.

- ¿Cómo te va?
- Bien, busco un piso.
- Claro…

Su voz, parecía una voz segura y firme, mucho más que aquella que escuche esa noche en la estación.

- ¿No te has ido de Madrid en estos años?

- He estado en Francia, estuve a punto de casarme, pero al final la cosa no salio adelante.

No sabia si decirle, que yo en este momento estaba comprometida…

Me fije más en sus ojos.
El deseo me invadió, me vinieron a la mente sus caricias, sus besos, su cuerpo tendido entre las sabanas…
Mi cuerpo empezó a ponerse a la temperatura del café que me esforzaba por sujetar entre mis manos.

-¿Quieres dar un paseo?- Pregunto
-Claro, pero tengo que volver pronto, tengo que hacer todavía unas gestiones.
-No te preocupes, solo quiero pasar un rato contigo, ah pasado un largo tiempo…estas muy guapa.

-Gracias

Me sonroje bastante.

Salimos de la cafetería y bajamos calle abajo, estaba todo abarrotado de gente a duras penas podíamos andar.
El me agarro la mano.

-Cuidado, no te vallas a perder, pequeña.-Me estremecí y recordé esas mismas palabras dichas siete años atrás.
-A ver tengo veintiséis años, ya no soy pequeña.-reí

-Para mi si lo eres.

En ese momento me di cuenta de que tenia ante mi un hombre adulto, un hombre maduro, de mirada firme y calida.

Estuvimos paseando, sin hablar demasiado durante un largo rato, se me pasaron las horas…
Llegamos a la boca del metro.
-Bueno, será mejor que te vallas, vas a llegar tarde.
-No te lo he dicho, hace dos horas que me tendría que haber ido.

-…..
-No te preocupes, puedo ir mañana.

Comenzó a llover.

Seguimos andando, agarre firmemente su mano y me acerque un poco a el.
Me abrazo.
Inspire su aroma.

Y…rompí a llorar.
En esos seis años, no le había vuelto a llamar, solo sabia de el a través de algún comentario de mis amigos.
Acaricio mi cabeza como si fuera una niña, me apreté contra su cuerpo y me quede allí, sollozando y pidiéndole perdón.

No dijo nada, solo me abrazaba.

-No te preocupes, no pasa nada…

Levanto mi barbilla y me beso.
Sus labios eran calidos, comparados con los míos, que estaban helados.
Me propuso que fuera con el a su casa, por lo menos hasta que parara de llover.
Me deje llevar.

Llegamos.
Estábamos los dos empapados.
Me quito la chaqueta y la bufanda.
Nos sentamos en su cama.
Yo todavía lloraba, saco unos pañuelos de papel y me limpio los ojos.
Me abrace a el…

Luego nos dejamos caer.

Cuando amanezca…el sol brillara de nuevo.